Ahora bien, si decides lavar o endulzar la vela, hay que asegurarse de guardarla totalmente seca, y en un lugar que permita su aireación. Si no va a ser así, mejor no hagas nada.
¿Qué pasa si esto no se cumple? Pues que el agua dulce y la humedad favorecen la aparición de microorganismos, comúnmente hongos y moho, que acabarán instalándose en la vela, se comerán literalmente las costuras para empezar o poco a poco, si el sistema es repetitivo en el tiempo y la vela se usa periódicamente, o pueden llegar a dejar una vela totalmente irreconocible y deteriorada, si el uso es más esporádico y les das algo de tiempo.
Hay diferentes formas de limpiar una vela, atendiendo al tipo de vela y los materiales utilizados en ella para su confección.
El último paso siempre es el mismo: abundante agua para aclarar. Antes, puede ir bien un detergente o jabón suave, algún que otro cepillo, productos específicos para manchas concretas y locales, a máquina o a mano, o lavados con agentes ayudantes diluidos en agua. El tratamiento varía en función de la superficie y materiales a tratar, pero siempre, eso sí, termina igual: mucha agua para aclarar y dejar secar por completo antes de guardar en un lugar aireado y seco.
Como ejemplo de consecuencias y recuperación de una vela...
Aunque no lo parezca es la misma vela, arriba aún con las consecuencias de la humedad y falta de aire: en la primera imagen se ve una pequeña zona parcial con el antes y el después, donde la limpieza se está realizando. La vela estaba afectada por completo, con toda la baluma como zona más deteriorada y banda solar invadida por microorganismos y costuras perdidas.
Debajo, la misma vela húmeda aún, pero ya con otro color...
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